miércoles, 26 de agosto de 2015

El incendio de Valparaíso de Eduardo Correa

El incendio después del incendio


Me enteré de la existencia de Eduardo Correa y su poesía sólo hace cinco años o algo más, al iniciar mi residencia en Valparaíso. Me consideraba entonces un lector atento de poesía chilena pero no lo había leído. Sus libros, escasos y difíciles de conseguir, me impresionaron mucho. Primero por tratarse de un autor que construyó, a través de varios títulos y en distintos registros, una literatura y un imaginario complejos y poderosos. Segundo por ese mismo desconocimiento de su trabajo más allá del ámbito en que desarrolló su vida y su poesía, Valparaíso, Viña del mar. La reedición de El Incendio de Valparaíso, publicado originalmente el año 2003, repone en circulación un texto fundamental de Eduardo Correa. Al mismo tiempo, es un gesto de homenaje a poco de sucedido su temprano fallecimiento.

Correa en la entrevista que le hicieran los poetas Rodrigo Arroyo y Antonio Rioseco para revista Antítesis, año 2009: Es el Valparaíso que está fregado, el Valparaíso que ves todos los días, que está lleno de hoyos, que se van quemando las casas y de cada casa o edificio que se quema queda un hoyo, y eso sigue. Ese es el Valparaíso que yo quería mostrar. Desde cierto punto de vista, toda la obra de Correa podría leerse como la construcción de una imagen de ese Valparaíso real y cotidiano. Él mismo destacó la continuidad de este libro con algunos de sus trabajos anteriores, Bar Paradise, Fragmentos de la Babel. El Valparaíso que está fregado, dice en la entrevista. Lejos de cualquier idealización, lejos tanto del cliché turístico como de los discursos estetizantes o patrimoniales, el trabajo de Correa nos muestra la verdadera cara de un Valparaíso que se quema y desaparece, día a día, en el vacío de sus propias cenizas y los sitios eriazos.

La de este libro es una poesía del espacio, sus palabras están situadas territorialmente. Valparaíso es su lugar y su metáfora. Una metáfora, sin embargo, de la cual se desconfía o se descree: Pero sabíamos también que Valparaíso era una metáfora y que toda metáfora era una suprema traición. Seguramente, debido a este peligro de traición que encierra toda metáfora, este libro plantea el problema de la representación de la ciudad como una de sus coordenadas principales. El objeto yace por siempre sepultado, ataviado in extremis por banderolas y oropeles, disfrazado o más bien desfigurado por vaya a saber qué cosas han pasado en estos tantos e inmensos años. Exhumar ese objeto sepultado, hacer la cartografía profunda de Valparaíso, sus mitologías, su vida diaria. Despejar para ello el exceso de banderas y oropeles. Desenterrar, con el cuidado de un arqueólogo, lo que está enterrado y sólo puede ser sacado a la luz mediante el lenguaje y la memoria. Como escribe el propio Correa en uno de los textos: Silencios llueven sobre la mesa de trabajo y el objeto perdido continuará perdido hasta que alguien disponga del tiempo necesario para encontrarlo en la memoria.

Una cartografía imaginaria de Valparaíso. Una difícil o imposible de trazar. La cartografía de un lugar sin límites. Bien lo sabía Correa: Esto no es una batalla, es una porción de territorio chileno//Esto no es una batalla, es una porción de infinito. Es justamente esa imposibilidad, la de hacer el mapa de un lugar infinito, la empresa poética que acomete el autor en estos textos, la imagen que pretende construir con sus palabras. Dice el autor en la entrevista para Antítesis: Valparaíso es delirante, porque no tiene círculo, no tiene límites. Tú no sabes dónde llega para arriba. El mar está ahí porque está y punto, pero después hacia arriba no. Le vas agregando poblaciones, poblaciones y poblaciones. En algún momento las trataron de enumerar… 4º sector, 5º sector. Pero llegó un momento en que esta cuestión se les escapó, y ahí parte el delirio de Valparaíso. Además está eso de que las cosas no se explican, o que no tienen explicación, o las explicaciones son tan enrevesadas. Dime tú, ¿por qué estalló la calle Serrano? Se empezaron a echar la culpa unos y otros, pero estalló la calle Serrano. Que las cañerías que van por abajo, que hubo un incendio, que alguien, no sé, encendió una ampolleta. Eso es Valparaíso, ese cuento extraño, es por eso que atrae tanto. Hacer el mapa de un lugar que no termina. Escribir el relato de un espacio que es, en sí mismo, un cuento extraño. Un lugar donde la única explicación posible de las cosas es el delirio.

Una mención especial merece el trabajo con la visualidad, presente en este y otros trabajos de Eduardo Correa. Desde luego, habría que considerar las múltiples referencias a la fotografía y el cine presentes en este texto: Miren la foto, si hasta se puede ver la angustia monocorde de tanta devastación. O en otro fragmento: La handycam va registrando minuciosamente la escena. Cuadro a cuadro los ángeles aparecen y desaparecen en la retina incrédula del que graba// (Fade out) La inclusión de las fotografías de Jorge Godoy en esta reedición, inclusión proyectada junto al autor antes de su muerte, son otro elemento importante en este mismo sentido. La poesía de Correa es una poesía de la mirada. Una forma de leer la ciudad, de dibujar su geometría imposible: Desde la geometría de la mirada (geometría imposible, por cierto)/hace restallar inclementemente la duda sobre el acto de lectura.

Un último apunte, esta vez respecto al tiempo. La poesía de Eduardo Correa parece haber sido escrita para leerse en el futuro. Hay varias alusiones a este respecto: Hastiados pensando en qué cosas iríamos a escribir más adelante si es que nos quedaba tiempo para completar nuestras historias. Y sobre todo este fragmento: Queríamos escribirlo todo para que nos entendieran más adelante. Transcurridos varios años desde la escritura y la primera publicación de este libro, tendríamos que preguntarnos, nosotros, los lectores futuros a que se dirigía Correa, si hemos entendido lo que dicen estos textos. 

Reviso la crítica aparecida en la prensa el 2003. Encuentro una reseña, publicada en El Mercurio de Valparaíso, que cierra con esta pregunta: El porteño holocausto literario de Eduardo Correa es atroz necesidad indeseable. ¿Pero qué escribimos mañana en Valparaíso? Una pregunta que resulta pertinente luego del gran incendio del año 2012 y los incendios intencionales, en sentido literal y figurado, que asolaron y siguen asolando a Valparaíso. Este libro de Eduardo Correa, escrito ante otros fuegos, el de la discoteca Divine o el estallido de calle Serrano, nos hace conscientes de que el fuego aún no ha terminado. Que en Valparaíso el fuego es eterno, como la noche en Chile, al decir de Ennio Moltedo. Que hoy y mañana deberemos seguir escribiendo sobre el incendio después del incendio.


Valparaíso. Agosto de 2015

El Incendio de Valparaíso (2da edición)
Eduardo Correa
Poesía
Ediciones Altazor 2015