jueves, 25 de junio de 2015


La Imagen Escrita. Croquis de Gonzalo Millán de Rolando Garrido

La mirada lúcida


La imagen escrita, Croquis de Gonzalo Millán, es un libro extenso y contundente. El resultado de un cuidadoso y exhaustivo trabajo de investigación. Sus páginas incluyen una completa revisión de los antecedentes respecto a la recepción crítica de la obra de Millán, así como de diversas referencias en cuanto a la reflexión teórica sobre las relaciones entre escritura, imagen y visualidad. Sin embargo, el objeto principal de esta investigación está declarado al inicio: este estudio aborda los mecanismos o los procedimientos empleados para construir la imagen en la obra millameana. Gonzalo Millán nos propone una poética de la mirada articulada desde un sujeto radicante, cuyo procedimiento escritural permite la configuración de objetos, poniendo la emergencia de la imagen visual del objeto al centro del mecanismo. Según el autor, un rasgo característico de toda la poesía de Millán es este ejercicio de mirar un objeto, sea esto el mirar la vida cotidiana, la muerte, la experiencia autorreflexiva con la palabra, una ciudad o las artes visuales. 

Mecanismos, procedimientos. Develar cómo funciona este ejercicio del ojo y la palabra. Con que materiales se construye la mirada que los textos de esta trilogía despliegan. Algunos comentarios breves, posibles de desarrollar aquí sin extenderse demasiado. 

Lo primero es situar los libros de Croquis en el contexto de la trayectoria escritural de Millán. Una trilogía que rompe largos años de silencio, que abre un nuevo ciclo luego de la publicación de Virus (1987) y de la aparición de la antología Trece lunas (1997). Croquis como una salida luego de que Millán llegara a fatigar y a fatigarse de la palabra escrita al punto de abrigar una desconfianza radical en sus posibilidades epistemológicas y expresivas. En palabras del propio Millán: Qué sentido tenía seguir escribiendo. Con esta pregunta termine el libro (Virus). Esta situación va a durar desde 1987 hasta la publicación de Claroscuro, en el 2000. Finalmente me fui a Rotterdam, Holanda, a reunirme con mi mujer de entonces. Ahí hice un desplazamiento a la poesía visual, en la que no necesitaba escribir ni usar palabras. O sea, era una mudez activa, laboriosa. Y el problema seguía vigente: no encontraba la manera de salir; me sentía girando como un satélite en torno a un lenguaje cuestionado, a formas ya utilizadas, a un mundo verbal que ya no tenía chispa.

En Virus abomino de la cháchara, dice Millán en otra parte, de la literatura, de la escritura, que es algo vacío. Así se veía Millán, girando como un satélite fuera de órbita, iterando en torno a un espacio vacío. Croquis, a partir de este descreimiento profundo en la palabra y sus poderes, es justamente el dibujo de otra orbita posible, de otro movimiento. Como lo plantea Garrido, los libros de Croquis fueron escritos luego del silencio, de terminar con la lengua adolorida y con una crisis frente al lenguaje como recurso escritural. Frente a esa crisis, en la búsqueda de su superación, Croquis es para Millán otra forma de escribir. 

Después de agotar la palabra, buscar otra forma de escribir. Llegar a una calle sin salida aparente y encontrar la forma de seguir adelante. La imagen escrita será en adelante esa apertura, ese pasaje. Esa nueva posibilidad de avance o retorno de Millán a la órbita de la poesía y la creación. 

Lo que hace la crítica es intentar inscribir cada texto en un sistema de relaciones, en una constelación literaria o estética de la cual, virtual o imaginariamente, forma parte. Es lo que hace este libro al examinar la construcción de esta otra forma de escribir a la que arriba Millán. Un par de notas sobre dos de las coordenadas fundamentales de este tramado, de esta perspectiva de lectura e interpretación propuesta por La imagen Escrita. Me refiero a las nociones de sujeto radicante y de simulacro.

Gonzalo Millán nos propone una poética de la mirada articulada desde un sujeto radicante, nos decía Garrido al definir el objeto de su investigación. Considero un acierto el proponer un acercamiento a estos textos de Millán desde esta idea que Nicolás Bourriaud desarrollara en sus escritos sobre la situación y las proyecciones del arte contemporáneo. Perdida la radicalidad que encarnaron las vanguardias históricas y los movimientos contraculturales del siglo XX, parodiado y vaciado su sentido por el discurso postmoderno, Bourriaud propone este concepto, el de radicante. En medio de esta época de desarraigo, esta época donde el inmigrado, el exiliado, el turista, el errante urbano son las figuras dominantes, las nuevas corrientes artísticas han aprendido a desarrollarse sin estar atadas al suelo por una raíz. Dice Bourriaud a propósito de la familia vegetal de los radicantes: plantas que no remiten a una raíz única para crecer sino que crecen hacia todas las direcciones en las superficies que se les presentan, y donde se agarran con múltiples botones, como la hiedra. Corrientes de creación que, igual que estas plantas, sin echar raíz, se desarrollan en función de las características del terreno, se adaptan a sus accidentes y su geología. 

El sujeto de la escritura en estos textos de Millán como un sujeto radicante. Uno que prefiere el movimiento al arraigo. Uno que, perdida su raíz en la palabra escrita, se convierte en un semionauta. Un viajero que inventa recorridos entre los signos, que practica esa forma de nomadismo. O como lo define Bourriaud, uno que pone las formas en movimiento, inventa a través de ellas y con ellas trayectos por los que se elabora como sujeto al mismo tiempo que constituye su corpus de obras. Recorta fragmentos de significación, recoge muestras; constituye herbarios de formas. Croquis como ese herbario que Millán va confeccionando en su recorrido, recolectando como un botánico las imágenes, los lenguajes, las formas. 

En Croquis, más que el ejercicio ecfrástico en la escritura de Millán, estamos cercanos a la figura del simulacro, escribe Garrido. Idea que parece refrendada por estas palabras del poeta sobre Claroscuro: Los cuadros son pretextos para desencadenar procesos imaginativos. Muchas cosas son ahí descriptivas, se encuentran en los cuadros, son referenciales. Pero la mayor parte proviene de las obsesiones de quien está mirando; es la lectura lo importante, no el cuadro mismo. En efecto, más allá del comentario o la cita a determinados referentes pictóricos o visuales, lo que articula Millán en estos textos es una forma de ver. Una manera de leer las imágenes, una teoría del cruce entre el ojo y la escritura. 

Estos poemas devienen entonces en simulacros, en artefactos construidos para ver y hacer ver. Lo que importa aquí no es la imitación de un modelo, no es el cuadro mismo sino las obsesiones del que mira, como explica Millán. Garrido plantea, siguiendo en esto a Víctor Stoichita, que estos poemas son simulacros, objetos autónomos que resaltan el carácter artificial de su propia construcción. Artificios. Efectos, como los llama Millán: se trata de crear efectos de verdad, porque esto (la literatura) es una representación y no hay verdades absolutas. 

Termino con una imagen respecto al sentido de esta poesía, una imagen reiterada varias veces en el libro. El sentido fundamental de Croquis, escribe el autor, es mirar lo pasado por alto. Coincido con eso. Vivimos en una sociedad donde, en cualquier ámbito, toda relación humana está mediada por las imágenes. La imagen es todo. Todo es imagen. Vivimos sumergidos en un caudal que inunda la vida cotidiana hasta desbordarla. Que en su proliferación incesante nos impide ver. Abrir la Mirada. La Mirada es lúcida, escribe Garrido a propósito de Millán y estos libros. Lo que yo postulo es que hay una mirada antes que un sujeto; un estado de lucidez antes que una personalidad, escribió a su vez Gonzalo Millán. Creo que en ello radica el sentido de esta poesía y del libro que le ha dedicado Rolando Garrido. En la posibilidad de que, aún en medio de esta saturación, podamos aprender a mirar lo que no vemos. Todo eso que pasamos por alto. En la posibilidad de que, a pesar del predominio de las imágenes vacías o falsificadas, podamos recuperar algo de lucidez y abrir la mirada. 

Valparaíso. Junio de 2015. 


La Imagen Escrita. Croquis de Gonzalo Millán.
Rolando Garrido.
Ensayo. 
Ediciones Altazor. 2015.