domingo, 6 de noviembre de 2016

Lengua sin lepra

Lenguas de humo transparente de Sergio Muñoz

Una lengua es un sistema de signos definidos por sus relaciones mutuas, dijo hace mucho el viejo Saussure. Una lengua es una constelación de signos. Lengua muerta. Lengua en Blues. Lengua Ósea. Ahora Lenguas de humo transparente. Creo que los libros de Sergio Muñoz, que cubren un arco de más de veinte años de escritura, podrían ser leídos, desde esta perspectiva, como distintos momentos de un proceso único. El diseño progresivo de un sistema. La paulatina articulación de una lengua. Cada libro como una variante o una reiteración de ciertas modulaciones. Como una forma de utilizar determinados materiales de construcción. Palabras, imágenes, signos. Una poesía donde lo fundamental no es de qué habla, sino de qué está hecha esa lengua. Su lengua.

Algunas notas sobre su morfología y su sintaxis.

La lengua de este libro está hecha de tiempo. Espejismo infame el de la noche/como si el tiempo fuera algo más que el límite que es/dictando en su filo la simetría del adiós/en los idiomas transparentes de todas las edades. Una lengua, una poesía, escrita con plena conciencia de ese límite, el tiempo. Una escritura que asume su propia caducidad, la imposibilidad de trasponer esa frontera: Encadenando las palabras/sin milagros ni ambigüedad/ni pellejos con sangre/en este tiempo de derrota que es el único tiempo. Encadenar las palabras sin esperar el milagro de vencer al tiempo. Sin la ilusión de la posteridad. Esta es una lengua que asume su derrota. O mejor, que se define por su búsqueda de la fugacidad. 

La lengua de este libro está hecha de memoria. A pesar de reconocer al tiempo como una barrera infranqueable, estos poemas emprenden la tarea del recuerdo: Y aunque nada permanece/la memoria/se encarga de ajustar los finos engranajes del recuerdo, dice uno de sus versos. Una tarea improbable, como la mayoría de los trabajos de la poesía, donde la palabra es apenas una marca en el agua, un manotazo en el aire, un rasguño. Donde la palabra es una Leve sílaba que es memoria y cosquilla del recuerdo. No es el pasado literal el que nos domina, sino las imágenes del pasado, escribió George Stiner. Estos poemas, la lengua en que están escritos, se comprende a sí misma como una labor de recolección de esas imágenes, de esos fragmentos dispersos. El pasado se pierde y, sin embargo, es posible encontrar y coleccionar algunas imágenes como quien recoge guijarros en las aguas de un torrente. La poesía como una forma de decir y de hacer para tener un mínimo lugar en la memoria/que sólo recoge/fragmentos/pedazos/miseria.

La lengua de este libro está hecha de silencio. Silencio que es abordado aquí desde distintos ángulos. Primero, como interrogación sobre el estado del mundo. Como reza uno de sus versos: Porqué las cosas emergen del silencio en que están? Segundo, como el deseo de una situación propicia para comprender y comprenderse. Como la condición necesaria para la poesía entendida como una exploración que debe ir más allá que las palabras: Hay otras dimensiones en esto y en todo/pero a veces pienso en cualquier cosa que no sea palabra/que sea sombra/que sea silencio y me colme. Sombra en vez de palabra. Escribir para colmarse de silencio. No/la poesía no se escribe con silencio/es silencio, escribe Muñoz. La poesía, como dijo Enrique Lihn, es más bien una manera de callar.

De estos y otros materiales está hecha la lengua en que fue escrito este libro. Sin embargo, cabe la pregunta que se hace en uno de sus versos: Por qué insistir en esta ausencia de lenguas de humo transparente? 

Ensayo una respuesta aludiendo a un poema de Miseria del hombre de Gonzalo Rojas. El poema se llama La lepra, comienza así: Todavía recuerdo mi clase de Retórica./Ceremonia del Juicio Final. Un gran silencio/hasta que el Profesor irrumpía: «Sentaos»./«Os traigo carne fresca». Y vaciaba un paquete/de algo blando y viscoso/envuelto en diarios viejos como un pescado crudo,/sobre la mesa en que él oficiaba su misa. La misa retórica: una exhibición forense sobre la mesa de disección de los restos de la Gran Literatura: lenguas, dientes, narices, pulmones, vientres, manos/que un día fueron órganos de los grandes autores. Termina la clase, el profesor de retórica se retira con sus despojos en el paquete. Estos versos cierran el poema: Todavía recuerdo mi clase de Retórica/en que la vida y la belleza/eran un plato de carne podrida./Yo tuve que cortarme la lengua en la raíz/para librarme de la lepra.

Creo que este libro está escrito, en el mismo sentido de Rojas, contra la retórica. Que su lengua está hecha de tiempo y de silencio para aprender a hablar desde otro lugar. Un lugar distinto a la suficiencia y la vacuidad de cierta poesía. El lugar de la poesía/si es que ese lugar existe, escribe el autor. Esa duda y, sobre todo, la voluntad de escribir a pesar de ella, son el camino hacia ese lugar improbable. La apuesta por la posibilidad, incierta pero hermosa, a que está jugado este libro. La posibilidad de que, aún en medio de todo este ruido, de tanta palabra vacía, todavía podamos aprender una lengua libre de la lepra. Que podamos recuperar con ella la vida y la belleza. 


Valparaíso. Noviembre de 2016 

Lenguas de humo transparente.
Poesía.
Sergio Muñoz Arriagada.
Ediciones Altazor. 2016.





No hay comentarios:

Publicar un comentario