jueves, 17 de noviembre de 2016

Los pies en la calle

Calle Abierta de Patricio Contreras Navarrete

Hay un oasis en el centro de este poema/y una aduana que separa a la realidad de la literatura/una calle abierta hecha de textos que se vuelven fotos/pinturas/películas/canciones/pastiche. Estos poemas de Patricio Contreras trazan un recorrido por esa calle. La calle abierta que conduce al barrio y al imaginario popular. Ese territorio sentimental y político donde la vida cotidiana transcurre bajo los signos contrarios del poder y la resistencia. Donde se juega a la pelota sobre la superficie áspera de las canchas de tierra: A nosotros nos tocó el dolor compartido/ jugar a la pelota en las tierras baldías/escuchando el charchazo que le da la miseria/a la cara B de la realidad. 

Recorrer esa calle. Jugar en esa cancha. Escribir poesía allí donde suceden los trabajos y los días de esa parte del país tan ausente de nuestra literatura actual: el mundo popular, la vida de aquellos que habitan en los márgenes del poder y del dinero. Hacer ese registro sin pretensión épica ni estetización alguna. La cámara es usada aquí a la manera del neorrealismo italiano. Escenas y personajes que se nos muestran tal cual son. Aún en lo que esas vidas llevan de fracaso, violencia y degradación. Aún en lo que esas vidas metaforizan respecto de un país reducido a un sitio eriazo, a un lugar en ruinas. El retrato de un país picado a pedazos cuyo destino está jugado a la ruleta rusa: el tablero es un país picado a pedazos/los jugadores le van apostando al rojo/y a mí cada vez me importa menos quién gana y quién pierde/porque la noche nos cobija a todos. Escenas y personajes perdidos en esa noche que nos cobija, sin excepción, a todos quienes vivimos en la larga y angosta república. Fotogramas capturados en medio de esa oscuridad profunda, imágenes recuperadas desde los territorios nocturnos de Chile. 

Sin embargo, más allá de esa película filmada entre las ruinas que es este libro, sus versos son también una investigación sobre la posibilidad de una identidad colectiva. Una posibilidad que reside, más que en algún discurso ideológico, en las prácticas de la vida cotidiana y sus relatos. En el imaginario que es construido desde ahí. El fútbol es la metáfora de una pasión compartida que repone la posibilidad de un nosotros. De un pueblo que lee la confrontación futbolística no sólo como deporte: ritual de pasión a la medida de tantos hinchas/ gritando en el oído de este país de cuicos/ siútico hasta la náusea / llorón ante el carnaval de miles de creyentes de la más pura cepa/ porque a estas alturas usted ya debe saberlo: el fútbol es nuestra religión de barrio/ y la cancha es la gruta de nuestra devoción. 

Fútbol y conciencia de clase, una sola cosa. Una sola devoción compartida. Pero también, el fútbol como parte de la propia biografía, de la educación sentimental. La cancha como locación de las fotografías del álbum familiar: Mi padre siempre me decía/ que el fútbol cambia de perspectiva cuando juegas para gambetear al hambre/ cuando sales a la cancha para olvidar/ que en tu casa te espera lo mismo: el viejo llorando/ el refri vacío / tus hermanos peleando otra vez para ver/ quién se come el último pedazo de pan. Cancha y vida personal, una sola cosa. Arte de la gambeta como recurso para la supervivencia en un partido que, se sabe, siempre estuvo y estará arreglado. 

Desde otro ángulo, Calle Abierta plantea una exploración de la poesía política o social como proyecto y como problema. Una exploración orientada, en cualquier caso, por una coordenada clara. Por una estrategia poética y vital para cruzar esa aduana que separa realidad y literatura: tenemos los pies bien puestos en las calles/y no tenemos miedo a asumir una postura política/que llame –sin titubear– a las cosas por su nombre. 

Llamar a las cosas por su nombre, una postura política. Coincido plenamente con ese planteamiento. Creo que frente al ruido y la saturación que dominan esta calle sin salida aparente en que nos movemos, un trabajo fundamental de la poesía es justamente ese. Hablar claro. Llamar a las cosas por su nombre. Hacerlo sin titubear. Hacer del lenguaje una herramienta útil para la comprensión de la realidad. La poesía no es un atentado celeste/es un estallido negro/Es colocar bombas molotov en los cimientos de la realidad/ y en la lengua de los farsantes. La poesía como forma de sabotaje. Dejar los pies en la calle para colocar esas bombas y despejar el camino. Sortear el bloqueo que se nos ha impuesto. Hacer de la calle ciega en que nos movemos una calle abierta donde sea posible vislumbrar de nuevo el horizonte. 

Valparaíso. Noviembre de 2016

Calle Abierta
Poesía
Patricio Contreras Navarrete
Ediciones Balmaceda Arte Joven. 2016







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